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Los Sucesos de Jerez

Hace pocos días se conmemoraba el triste aniversario de los Sucesos de Casas Viejas. Mucha menos gente conoce otro suceso acaecido cerca de allí, solo que 42 años antes, concretamente en la noche del 8 al 9 de enero de 1892. Aunque haya desaparecido de la memoria colectiva, tuvo repercusiones importantes en Barcelona, París y aún más allá del Atlántico. Se trató de un hecho histórico de importancia que serviría de preludio a las agitaciones campesinas andaluzas del trienio de 1918-1920, aunque englobada en un marco anarquista.

Para entender este episodio histórico, hemos de saber que la jornada laboral era de unas 10-11 horas con un salario de entre 3 y 4 pesetas diarias en la industria, de 3’25 a 5 en las minas y 2’5 en la construcción. Un kilo de pan costaba 0’25 pesetas, la leche 0’20 el litro, la docena de huevos 1 peseta, un par de zapatos en torno a 8 pesetas. La extrapolación del sueldo contra una familia tipo -con una media superior a 4 hijos- da una idea de las paupérrimas condiciones de vida. En una década la inflación alcanza el 40%.

Durante la segunda mitad del siglo XIX ciertos círculos ilustrados empiezan a analizar la situación social, demográfica y económica, ante la situación de feroz hambruna. En el caso de Jerez se cree que La Cartuja fue el lugar donde se procedía a estas reuniones secretas.

Estos grupos tenían ideas republicanas y comunistas, y albergaban ideas desde abandonar las grandes explotaciones a favor de trabajo en cooperativas, hasta reclamar las tierras del estado para su explotación con el fin de abastecer a los más necesitados.

Frente a esta nueva ola social e ideológica, y amparándose en casos aislados de incendios, hurtos y algún asesinato sin poder encontrar un culpable, la oligarquía andaluza no dudó en señalar al más que dudoso grupo La Mano Negra, presuntamente fundada por la Asociación Internacional de Trabajadores y con hasta 50.000 afiliados.

Muchos autores consideran a La Mano Negra un invento, un testaferro o una manera de englobar a todos estos grupúsculos intelectuales y a aquéllos que seguían ese ideario, con objeto de agravar sus penas jurídicas aduciendo pertenencia a un grupo clandestino. Aún hoy en día se usa este término para referirse, a menudo con cierta sorna, a un poder oculto que actúa contra los intereses de ciertas personas.

Tras la creación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) en Barcelona en 1881, las fuerzas del orden inician en los dos años siguientes una campaña contra La Mano Negra que se salda con 300 detenciones, en su mayoría con escasas y dudosas o ninguna prueba.

Jerez era una de las mayores urbes de la provincia, y de las más avanzadas. Prueba de ello es su pionero ferrocarril -1829- e iluminación pública eléctrica -1890-, si bien este tipo de comodidades se pagaba en buena medida gracias a la explotación de los trabajadores del campo.

La noche del 8 al 9 de enero unos 200 campesinos, jornaleros en su mayoría, irrumpen en la ciudad, con hoces y aperos al grito de “Viva la anarquía y muera la burguesía“. Al enfrentarlos los soldados de la guarnición y viéndose en inferioridad de medios, se repliegan.

Murieron 2 personas a manos de los anarquistas: Manuel Castro -18 años- de familia conservadora, y José Soto -20-, dependiente. Según la prensa del momento, este último fue asaltado al grito de “A ése, que es burgués, lleva guantes“. Entre los asaltantes se documentó un muerto.

Su objetivo era liberar a unos presos anarquistas. Al ser repelidos por la guardia intentaron entrar en los cuarteles para apoderarse de armas y lograr que los soldados se sumaran, pues creían contar con la complicidad de algunos de ellos. Los anarquistas se dividieron, asaltando durante unas dos horas los cuarteles y la cárcel, profiriendo gritos por la anarquía y la república y lanzando piedras, ante lo cual los soldados abrieron fuego y los obligaron a rendirse.

La Guardia Civil y la Rural asaltaron cortijos cercanos y encarcelaron a los sospechosos de ideología anarquista, sin que se lograra identificar a los organizadores de la rebelión ni a los autores de los dos asesinatos. Manuel Silva, “El Lebrijano“, se confiesa autor de la muerte de Manuel Castro e inculpó a dos personas más, afirmando que confesaba debido a “los golpes recibidos por la Guardia Civil“. Félix GrávaloEl Madrileño” acusó a José Fernández Lamela -24-, barbero, como el instigador de la revuelta.

Lamela contactó con Fermín Salvochea -antiguo alcalde de Cádiz y de conocida afiliación anarquista- en el penal de esta ciudad, donde estaba cumpliendo prisión preventiva. Aunque está demostrado que Salvochea intentó disuadir a Lamela, en los juicios que siguieron falsos testimonios le inculparon, siendo condenado a 12 años de prisión, aunque indultado 7 años después.

Lamela y el resto negaron las acusaciones y denunciaron que habían sido torturados por la Guardia Civil para que confesaran. Lamela denuncia que le habían colgado durante un cuarto de hora por un palo atravesado entre las piernas y los brazos. Los rebeldes fueron condenados por tribunal militar.

Al haberse enfrentado a fuerzas armadas la acusación era de rebelión militar. De los 168 juzgados, 4 personas fueron condenadas a muerte, 4 a cadena perpetua -entre ellas el principal confesor y dos heridos graves-, otras siete fueron condenadas a penas menores y veintinueve fueron absueltas. El 10 de febrero son ejecutados a garrote vil. Antonio Zarzuela gritó en el último momento “Ya veréis, ya veréis como todos los años tendréis que celebrar el aniversario de los mártires de Jerez“.

Dos días antes de la ejecución, en Barcelona, 200 obreros asaltan una fábrica de calzado en Gràcia para pedir la huelga y evitar la sentencia de muerte. El día anterior, se produce el atentado de la Plaça Reial, con un muerto y varios heridos. La bomba se puso en el lugar reunión habitual de la policía secreta.


En París se celebró un mitin de protesta el 13 de febrero al que asistieron unas mil doscientas personas. En la provincia de Buenos Aires se formó un grupo anarquista que tomó el nombre de “Mártires de Jerez”.