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Ciudadanos: historia de una deriva “ideológica”

¿Cuál es la ideología de Ciudadanos? Esta es la gran pregunta que ha acompañado a la formación desde su nacimiento. Una pregunta que tras años de presencia política en Catalunya y en España se empieza a intuir la respuesta, pero que aún no está clara. En resumen: Ciudadanos se sitúa a la derecha del eje ideológico izquierda-derecha, con una visión tremendamente centralizadora de lo que es el Estado, y con unas maneras que, en determinados momentos, apuntan a unas formas populistas importantes.

El partido Ciudadanos nació en 2006, en Catalunya, identificándose como un movimiento “cívico” y transversal, sin una ideología claramente definida, más allá del rechazo al nacionalismo catalán. Se trataba de un movimiento abierto a la sociedad civil que compartiese las ganas de “transformar España”, sin tener en cuenta su ideología política.

Desde su nacimiento Ciudadanos se ha autodefinido como formación socialdemócrata, de centroizquierda, constitucionalista, postnacionalista, liberal, progresista, laica, aconfesional y socialista democrática entre otras.

En junio de 2007, el partido se definió como de centroizquierda, alineado dentro del eje clásico de izquierda-derecha, aunque al principio de su historia había sido reacio a enmarcarse en ese eje. A pesar de ese alineamiento, la formación acudió en 2009 a las elecciones europeas de la mano de un partido como Libertas, claramente ultraderechista y profundamente euroescéptico. Este pacto llevó a la primera gran crisis del partido.

En 2013 Albert Rivera expresó por primera vez su intención de ampliar el alcance del partido a toda España para asumir, tal como él las veía, las necesarias reformas del Estado que sólo su formación podía llevar a cabo. En aquellos momentos aún seguía definiéndose como un partido que buscaba la centralidad política, como clara alternativa al fuerte bipartidismo encarnado por las opciones de PP y PSOE. Tras esa decisión Rivera cedió el liderazgo de la formación en Catalunya a Inés Arrimadas.

Las elecciones autonómicas de 2015 en Catalunya, muy marcadas ya por el dilema identitario, que se superpone a las distinciones ideológicas tradicionales, permitió al partido de Ciudadanos una extensión de su electorado hacia la izquierda: el partido de Rivera se hizo con un 15% de antiguos votantes socialistas, y más aún entre los votantes del PP.

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En 2015, al plasmarse el ideario del partido, seguía considerándose como de centroizquierda, aunque algunos de sus miembros seguían rechazando la división política clásica. Su intenso discurso contra los “nacionalismos” y los “populismos”, junto al intento de acabar con el bipartidismo entre un cansado electorado, consiguió afianzarse en las elecciones generales de ese año, cuando la formación naranja entró en el Congreso con 40 escaños. Y aquí comenzaron algunas de las “contradicciones”  del líder de la formación: después de insistir sin descanso en afirmar que nunca pactaría con PP o PSOE para hacer presidentes a Pedro Sánchez o Mariano Rajoy, llegado el momento cerró un acuerdo para investir al líder del PSOE, aunque esa investidura resultase fallida.

En las elecciones de 2016, nuevamente, olvidando todo lo prometido durante la campaña electoral, Rivera pactó, esta vez con Rajoy, propiciando que éste último fuese elegido presidente del gobierno.

Esta actitud tan variable se ha demostrado también en múltiples contradicciones en los pactos de gobierno en diferentes comunidades autónomas, dependiendo del momento político, como su anuncio de que no entraría en ningún gobierno que no liderase, mientras pedía la vicepresidencia en su pacto con Sánchez o su respaldo al gobierno de Susana Díaz en Andalucía.

En el congreso de 2017 eliminó la socialdemocracia de su ideario político y adoptó la fórmula de “liberal, progresista, demócrata y constitucionalista”. Ese mismo año dejó de ser un partido laico (independiente de cualquier confesión religiosa) y pasó a definirse como un partido aconfesional (no se adhiere y no reconoce como oficial ninguna religión en concreto, aunque pueda tener acuerdos con ciertas instituciones religiosas). Este cambio se justificó señalando que se alineaba con la constitución, que define a España como un estado aconfesional. En diciembre de ese mismo año, la victoria de Ciudadanos, ya con Arrimadas al frente, ante los partidos independentistas, parecía vislumbrar que la dirección del partido tenía razón en sus planteamientos.

A partir de ese triunfo en Catalunya, y visto que el discurso más radicalizado le da buenos réditos, los planteamientos de Rivera empezaron a escorarse cada vez más hacia posiciones más conservadoras, una sensación que se ha visto confirmada por las encuestas a la ciudadanía, que incrementa el porcentaje de aquellos que consideran a la formación más a la derecha que en el centro.

En los últimos meses, Rivera y la dirección del partido se han lanzado a competir con el PP para atraer al voto situado en la frontera más radical de la derecha, entrando en competencia también con VOX. Por ejemplo, en el tema de la inmigración o de la memoria histórica las posiciones de ambos partidos (PP y Ciudadanos) se han demostrado casi intercambiables, con pocas variaciones en las principales cuestiones. Se ha llegado a un punto en que es difícil encontrar diferencias de concepto o de expresión en las declaraciones sobre sus pronunciamientos. Y lo mismo es válido para la situación en Catalunya y su hostilidad hacia los nacionalistas no españolistas.

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Esto queda en evidencia si analizamos las votaciones de diferentes temáticas en el Congreso, durante el mandato de Rajoy: Ciudadanos coincide con el PP no sólo en temas como el independentismo catalán (aplicación del artículo 155), sino también en materia laboral (en contra de la moción para la derogación de la reforma laboral, decreto de la estiba), fiscalidad (ley de presupuestos), memoria histórica (anulación de la sentencias del franquismo), pensiones (no ha votado a favor de diversas iniciativas destinadas a garantizar unas pensiones públicas dignas), en cuestiones sociales (rechazo de la derogación de la “ley mordaza” y la moción contra la privatización de los servicios públicos), el Tribunal Constitucional (alineación con el PP en la defensa acrítica del organismo), etc. Todo esto ha llevado a que Ciudadanos se convirtiese, de facto, en una “muleta” para el gobierno de Rajoy.

Han sido muchos los expertos que han intentado dar una definición a Ciudadanos. Por ejemplo, Vicenç Navarro, en 2014, asoció a esa formación con comportamientos relacionados con la derecha política, señalando que pretenden presentarse como una formación de centro, debido al gran descrédito de las derechas en España en los últimos años. En 2015, Ignacio Martín Blanco afirmaba que Ciudadanos huía de las etiquetas políticas tradicionales del eje izquierda-derecha y buscaba presentarse como un partido de centro como una estrategia para ensanchar su base electoral. Es decir, intentando buscar el voto en todos aquellos sectores sociales en los que pueda rendir el descontento, sea del tipo que sea: aspira a atraer a votantes de ideología diversa, utilizando temas que puedan atraer a ese electorado, como la lucha contra la corrupción, la regeneración democrática o la lucha contra el independentismo catalán, temas que pueden atraer a votantes tanto de izquierda como de derecha.

Ciudadanos es un partido que se mueve entre el pragmatismo y la indefinición, lo que provoca constantes cambios de discurso y de orientación política, dependiendo de “dónde sopla el viento”. Esto ha llevado a algunos medios de comunicación y politólogos a considerar la formación naranja como un partido populista de derechas.

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Si analizamos únicamente sus propuestas políticas, podemos ver que se trata de un partido claramente de derechas, sobre todo en referencia a la economía, que basa en el liberalismo y la cercanía a las posturas del mundo empresarial: sus propuestas económicas están relacionadas con la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, una institución financiada por las grandes empresas del IBEX35.

Ideario político
  • Independentismo. Son múltiples los apoyos de Ciudadanos al gobierno del PP en las cuestiones clave del proceso independentista catalán: aplicación del artículo 155 y el ataque al modelo de escuela catalán.
  • Presupuestos. Ciudadanos siempre ha facilitado los trámites de aprobación de los presupuestos del gobierno de Rajoy y las normativas destinadas a garantizar la “estabilidad presupuestaria”. También en tema de impuestos se han alineado, beneficiando siempre a las rentas más elevadas.
  • Materia laboral. Siempre se ha alejado de los planteamientos destinados a derogar las reformas laborales de PP y PSOE. Votó a favor del polémico decreto de la estiba, pero en contra de la propuesta de Podemos para mejorar las condiciones laborales de las camareras de pisos del sector turístico.
  • Pensiones. Tampoco votó a favor de diversas iniciativas de diferentes partidos destinadas a garantizar unas pensiones públicas dignas, y la derogación de la reforma del sistema.
  • Memoria histórica. Ciudadanos ha protagonizado diferentes polémicas y titulares escandalosos a cuenta del tema de la memoria histórica, por su negativa a condenar el franquismo y sus crímenes. En definitiva, a Ciudadanos no le interesa hablar del pasado, aunque cuando ha sido necesario se ha posicionado en uno de los dos “bandos”, sacando su cara más conservadora.
  • Política internacional. En temas de política internacional Ciudadanos ha plasmado, punto por punto, los planteamientos del neoliberalismo más radical. Por ejemplo, en el tema de la aprobación del acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá, alineándose con PP y PSOE.
Propuestas sobre corrupción
  • En 2011, Ciudadanos presentó al resto de partidos políticos un pacto anticorrupción, basado en medidas como la modificación legal orientada a la prevención, disuasión y control económico. Con esas medidas pretendía restaurar la confianza de los ciudadanos en sus políticos. Entre sus medidas estaba la responsabilidad patrimonial subsidiaria de los partidos, la reforma del código penal para que la financiación irregular esté tipificada como delito, la exclusión de la corrupción del debate político para que no sea utilizada como arma política, etc. Incluía también un sistema de control económico de los partidos, orientado a la transparencia.
  • En el gobierno andaluz han logrado que la simple imputación de alguien provoque su dimisión inmediata de cualquier cargo público, algo que no tiene en cuenta el criterio de presunción de inocencia. Pero es algo que ellos mismos no cumplen ya que entre sus cargos hay algunos que han sido denunciados por diversos tipos de delitos y que no han sido apartados de sus funciones.
  • A pesar de ser una de sus declaraciones de intenciones principales, sus planteamientos en materia de puertas giratorias también ha quedado en papel mojado, y ha negado el voto favorable a la eliminación de ese procedimiento, legal pero injusto, entre la administración pública y la empresa privada, alineándose con PP y PSOE, los grandes beneficiarios de esas “puertas giratorias”.
  • Sin embargo, en los últimos años ha quedado evidenciado que Ciudadanos no ha sido capaz ni de cumplir su propio decálogo, como en su propuesta de declaración pública del patrimonio de sus representantes, como ha sucedido en el “caso Villacis”.

A pesar de todos los vaivenes ideológicos y los cambios de criterio político que la formación ha experimentado en los últimos años, el liderazgo de Albert Rivera no ha tenido nunca una gran contestación interna. Más bien al contrario, hasta ahora, esos cambios no han pasado factura al líder de la formación, aunque en los últimos días, los escándalos sobre la transparencia de los procesos de las primarias del partido parecen estar desgastando la confianza de algunos de sus barones y votantes.

Todo esto demuestra que Riveraactúa siempre según el viento que más le favorece y que cambia de opinión según más le conviene a sus intereses cortoplacistas: ha sido siempre capaz de llegar a acuerdos con la derecha, con la izquierda (si es que el PSOE representa realmente a la izquierda española), con una asombrosa falta de escrúpulos políticos, de principios democráticos y de ideología.

Ciudadanos nos tiene acostumbrados a que su pensamiento político e ideológico cambie a través del tiempo, dependiendo de las circunstancias y sus propios intereses. Para ello se han posicionado en diversas ideologías, considerándolo lo más idóneo para dar soluciones a los problemas de los españoles (o los suyos propios, depende del punto de vista), y poder acercarse a los votantes de diferentes ideologías, sin que eso suponga entrar en contradicciones.

Con la nueva etiqueta de liberales que se han adjudicado, Ciudadanos ha ido ganando grandes apoyos entre los sectores de centro-derecha del electorado, y se ha convertido en un serio competidor del PP. Pero su deriva más radicalizada (por ejemplo en el caso catalán) le está garantizando un voto aún más extremista.

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Si, como han hecho algunos analistas, situamos a Ciudadanos en lo que han denominado la “nueva derecha”, vemos que cumple algunos de sus postulados. Sus campañas, a falta de medidas concretas y efectivas, están llenas de mensajes populistas destinadas a los perdedores del proceso de globalización. Mensajes sencillos, de bueno versus malo, buscando el enemigo interno (los catalanes) o externo (los inmigrantes) que justifiquen las políticas de mano dura. La formación naranja hace tiempo que ha dejado atrás la pretensión de ser un híbrido entre las dos formaciones políticas tradicionales (PPPSOE), que buscaba regenerar la política española. Poco a poco ha ido escorando hacia una derecha cada vez más radicalizada para poder competir con las otras formaciones que se reparten ese electorado.

Sus votantes, no obstante, no son sólo esos desesperados, marginados de la globalización. El perfil del votante medio de ese partido es el de un hombre, entre los 35-49 años, con estudios superiores, y perteneciente a lo que se ha denominado la “nueva clase media”. Personas preocupadas por el paro y la corrupción y, en menor medida, la situación de las relaciones Catalunya-España. Se consideran, ideológicamente, de centroderecha, conservadores, progresistas y liberales, pero sin hacer ascos al populismo conservador.