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Nicaragua: El fascismo se cobra dos nuevas vidas

Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Los últimos gobiernos de izquierda que llegaron con la ola bolivariana desatada con la victoria de Hugo Chávez en 1998. Tres países que llegaron a ser once contando con Cuba hasta que el gobierno norteamericano decidió frenar a los progresistas aliándose con las oligarquías de cada país.

Golpes de estado (Haití en 2006, Honduras en 2009, Paraguay en 2012 y Brasil en 2016), golpes electorales (México en 2006 y 2012, Honduras en 2013 y 2017, Paraguay 2018), manipulaciones mediáticas de alta intensidad (Venezuela desde 2013) y compra de voluntades (Ecuador en 2017), han conseguido reducir a cuatro los países que siguen apostando por el reparto de la riqueza dentro de sus fronteras y por la Patria Grande fuera de ellas.

De esos cuatro países, dos son los que soportan ahora un ataque de magnitudes más grandes al no haber tantos países amigos entre los que se repartía anteriormente. Nicaragua es uno de ellos. El guión es el mismo que el que debutó en Venezuela durante la violencia de 2014 y su terrible secuela en 2017. Las guarimbas se repiten, ahora en el país centroamericano.

Grupos fascistas desatan el caos mediante la aplicación de violencia extrema a la vez que expresan que solo abandonarán sus métodos cuando Daniel Ortega dimita de la presidencia. Un chantaje que debe ser mantenido en el tiempo para quebrar las voluntades de quienes votaron por el sandinismo en las presidenciales de hace dos años, y en las municipales de hace seis meses.

Por eso, aunque en un primer momento los fascistas intentaron revestir su violencia con una credibilidad de lucha social, -reclamando el fin de la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS)-, no pudieron sostener el disfraz cuando el presidente Ortega anuló la reforma y los llamó a dialogar. Pese a tener lo que reivindicaron, incrementaron la violencia en las calles y boicotearon el diálogo para cerrar cualquier posible fin pacífico de la violencia. Los partidos de oposición y la Conferencia Episcopal apoyan y justifican las acciones violentas.

En los últimos días esta violencia ha causado muertes que se unen a las víctimas que estos grupos de ultraderecha han dejado por el camino a base de morteros, pistolas y machetes. Los medios de comunicación de las élites sociales acusan a Daniel Ortega de las consecuencias de la violencia que ejercen los fascistas, que en esos medios de comunicación aparecen como jóvenes estudiantes que reclaman libertad.

Recientes actos de violencia fascista en Nicaragua
  • José Abraham Martínez. Policía de 22 años, murió en un ataque con morteros, hachas y armas de fuego en Masaya. Una bala le penetró el ojo derecho, causándole la muerte de manera instantánea.
  • Robos de vehículos, en casas y por la calle a cualquiera que pase por allí. Sixto Henry Vera fue asesinado por arma de fuego en uno de estos robos por fascistas que también hirieron de gravedad a su acompañante Marco Giovanny Pomares Varela. Los radicales fueron más tarde ubicados en el sector de la UPOLI (Managua), lugar en el que los grupos de ultraderecha han establecido su base de operaciones. Los autores del crimen son líderes pandilleros (conocidos como Tiffer y El Ocho) con un historial de delincuencia anterior a la reciente violencia desatada en Nicaragua, que son calificados como estudiantes por la mayoría de los medios de comunicación.
  • Quema de la vivienda de Artilio Moraga, un combatiente sandinista de 71 años. Los fascistas agredieron a su hija mayor y propinaron varios machetazos a Wilmer Calero, quién trató de impedir la quema de la vivienda.
  • Quema del Instituto Doctor Carlos Vega Bolaños.
  • Quema del Mercado de Artesanías.

Estas situaciones suceden a diario en todo el país para crear terror en la población, que cansada de aguantar estos asesinatos, robos, secuestros, agresiones, quema de sus viviendas, de sedes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de ayuntamientos, comisarías y otras instituciones gubernamentales, deje de votar por el sandinismo en las elecciones que los fascistas exigen a Daniel Ortega para terminar con la violencia.

Coincidencias entre las guarimbas venezolanas y la violencia fascista en Nicaragua
  • Violencia ejecutada por delincuentes comunes.
  • Los violentos salen a las calles drogados.
  • Los partidos de oposición apoyan, cuando no dirigen, la violencia.
  • Los medios de comunicación los señalan como estudiantes.
  • Los medios de comunicación culpan de las muertes provocadas por los fascistas a los gobiernos de izquierda.
  • Tranques de carreteras en los que los violentos exigen el pago de peajes a los conductores.
  • La alta jerarquía eclesiástica justifica la violencia.

La oposición venezolana pensó que unos episodios de violencia sostenidos en el tiempo podrían hacer caer a un débil gobierno como el de Nicolás Maduro en 2013, con la muerte de Hugo Chávez reciente en el recuerdo del país. Erró al pensar que los pandilleros se plegarían a sus directrices para mantener la violencia en espacios determinados y bien delimitados. Los violentos rompieron los límites de tal manera que la población culpó a la oposición de las muertes y el resto de las consecuencias de esos episodios. En el último ciclo electoral el chavismo ha vencido con holgura a la oposición, severamente castigada por sus votantes.

El gobierno nicaragüense tiene un amplio apoyo social que no se cansa de salir a las calles regularmente a pedir paz, resistiendo la violencia fascista sin ejercerla ellos en respuesta, sabiendo que una sola prueba de que el sandinismo responde a la violencia con violencia, abriría de manera escandalosa las portadas de los principales diarios del mundo. Ese apoyo masivo en las calles es precisamente el que no logra la violencia ejercida por los fascistas, al igual que en Venezuela.

La derecha venezolana alargó el tiempo de la violencia acusando al gobierno de izquierdas de provocarla, esperando a la masa social. Se equivocó y sus consecutivas derrotas en las diferentes elecciones han dado muestra de ello. La derecha nicaragüense transita el mismo camino hacia el error. Y no parece que esté dispuesta a frenar.