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Lenín Moreno abandona el barco

Lenín Moreno Boltaire (sic), presidente del Ecuador elegido en mayo 2017, por un electorado que hoy repudia públicamente, ha renunciado. Lo hizo, como es habitual en estos personajes sin carácter, a medias. Es decir, seguirá cobrando su sueldo presidencial, pero ha delegado sus funciones ejecutivas a cuatro secretarios.  Ha tomado unas vacaciones indefinidas y el trabajo, si es que acaso habrá alguno, se lo deja a cuatro desconocidos que actualmente ocupan cargos públicos.

Bajo la excusa de la necesidad de una nueva reforma institucional, Lenín Moreno firmó la semana pasada el Decreto 660. Este documento inédito en la historia política del país y del mundo, crea un Gabinete Estratégico que reemplaza el presidente elegido en las urnas. Figura imaginaria o divagación cuántica de Moreno, esto implica dejar al país a merced de una gestión improvisada. Tal pintoresca forma de barajarse, sacar el cuerpo o evadir sus responsabilidades consiste sin dar muchos rodeos en crear una Junta de Gobierno ad hoc.

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Básicamente, cuatro personajes que gozan de la confianza del “primer mandatario”, o que supieron arrimarse con cierto éxito a su Gobierno, se reparten la ingrata tarea de coordinar los quehaceres de la administración pública. Nadie los eligió en las urnas, ni lo hubiera hecho, porque claro, nadie los conoce y nada han hecho por el país. Ya de por sí, su figura es caricaturesca.

Pequeños de estatura, con sobrepeso heredado del Buen Vivir y miradas vidriosas son la antítesis de un político contemporáneo.  Poco o nada hubieran imaginado estos sujetos, antes apenas figuras secundarias de otros gobiernos que dejaron de adular para hoy criticar, tendrían un puesto estelar en el Estado.

La percepción de que el Ecuador es un barco a la deriva se consolida con esta delegación inaudita de funciones inherentes a la Presidencia de la República. Tratan al país como comité de condominio o dirigencia barrial. La cereza en el pastel o el ninguneo al nuevo vicepresidente tampoco escapa al humor de la dirigencia morenista.

Dejan al segundo mandatario bajo el mando de estos cuatro funcionarios y no por encima de ellos, como constitucionalmente le corresponde. El tercer vicepresidente en veinte meses, Otto Sonnenholzner ha preferido un papel recatado, casi invisible. Sus tareas son desconocidas para el común de los mortales. Se prevé que no ponga objeción alguna ante el evidente atropello a sus funciones, si las tuviese.

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La crisis constitucional que vive el Ecuador se profundiza, y las implicaciones legales y económicas son múltiples, pues se estaría conflagrando el abandono del cargo por parte del presidente de la república. Debido a que hay atribuciones indelegables del Presidente, esta huida al reposo y la vacancia velada, implicaría que Moreno está incurriendo en una de las causales para su destitución. Con este artilugio Lenín Moreno ha demostrado que prefiere retirarse de la palestra pública antes que asumir las consecuencias de su desgobierno.

El momento político de dicha movida no es casual. Llega la hora en que los grupos de interés enquistados en el Gobierno ya se han apropiado, mediante designaciones ilegales y prebendas, de todas las funciones del Estado. Estos paracaidistas y buitres han logrado pasar legislación favorable para los sectores usureros de la economía nacional, por lo que la fecha de caducidad del inquilino de Carondelet se aproxima a pasos agigantados.

A puertas de unas elecciones seccionales que prometen traer sorpresas y malestar por su desorganización, Lenín Moreno ha preferido empezar su repliegue y dejar que la clase política se aniquile. Ocupará ahora el tiempo comprándole zapatos a su esposa e hijas, como es vox populi que acostumbra hacer en sus paseos al exterior.

Todo el contexto pusilánime de esta retirada genera la impresión de que Moreno es un prisionero en su silla en el palacio presidencial. Secuestrado cuando no entregado de forma servil a los apetitos voraces de sus allegados, y víctima de su propia incompetencia e ignorancia. ¡Ay licenciado Boltaire! (sic) Si tuviera conciencia que ha saboteado su propia gestión con pasos en falso, promesas irrealizables y medidas impuestas desde los grupos de interés (medios privados, cámaras de comercio y partidos de derecha).

Desde un inicio, estos sectores fomentaron el discurso de la “transición y la recuperación de la democracia” y emprendieron una persecución política y judicial al correísmo, a fin de impedir la participación de Rafael Correa o sus seguidores en las siguientes contiendas electorales. Con veintiún procesos penales, la cacería legal ha significado el reclamo de más de una entidad internacional de Derechos Humanos, frente a la evidente manipulación del sistema de justicia.

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Además, insistieron en la aplicación de medidas retardatarias como han sido la reducción agresiva del aparato burocrático y la eliminación de la inversión pública. Adicionalmente el gobierno ha emprendido un desesperado sobre endeudamiento mediante la emisión de bonos soberanos, con altísimas tasas de interés.

En dos años Lenín Moreno se ha endeudado más que Correa en diez años, él y su círculo cercano lo saben. Echaron lodo a China y ahora corren a buscar un crédito. Dijeron que defenderían a los más pobres, y ahora negocian por debajo de la mesa un crédito con el FMI a costa de más restricciones a las personas más necesitadas del trabajo que no generaron, y hoy disimulan manipulando cifras oficiales.

El resultado de este asalto ha sido la ralentización de la economía, desempleo incontrolable y parálisis del Estado sin contar un riesgo para el país que trepa casi semanalmente. El desastre es evidente y, por lo visto, incontenible. Por este motivo, los mismos que alentaban al desmontaje institucional, y a la famosa transición, ahora se arrepienten de dejar dicha tarea en manos de semejante ineptitud.

Es evidente que Lenín Moreno ha necesitado esconderse del incendio ante el riesgo de quemarse en las llamas, o ya de plano solo quiere pasar en su casa viendo charlas de autoayuda. Es una encrucijada indigna en la que se le obliga a la ciudadanía ecuatoriana a observar en vivo y en directo el colapso de la institucionalidad, incluyendo a la presidencia.

Sin programa de gobierno, sin plan económico, sin acuerdos políticos rígidos, el mensaje que manda a toda la población es que mejor busquen dónde migrar cuando todo se desplome. Sin forma de comunicar adecuadamente las intenciones, el país vive una orfandad terrible, sin liderazgo y con un vacío de poder que, lamentablemente, cualquiera puede llenar.