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El peligro invisible de la paz

El drama de la guerra tiene muchas caras. Las principales y más visibles son la muerte y la destrucción de los territorios, que empuja a su vez a los habitantes a huir para salvar la propia vida, esperando un refugio que en ocasiones no llega, y acaban hacinados en campos con un futuro incierto, sujeto a las decisiones de los estados que decidirán si les admiten o no.

Todo parecería solucionado cuando el conflicto en cuestión acabase y comenzase la fase de reconstrucción del territorio, pero ¿Es seguro volver? ¿Las condiciones de habitabilidad son las adecuadas? ¿Existen riesgos para la vida?

La imagen de un tratado de paz parece que borra toda la devastación acaecida durante un conflicto armado, y aunque se den prisa por reconstruir las infraestructuras y volver a la vida normal, el saldo de largos periodos de impactos de proyectiles en el terreno, suele dejar una huella indeleble que afecte a varias generaciones.

Podemos poner de ejemplo el terreno estudiado que áas se asemeja a una zona de conflicto, la Isla de Vieques en Puerto Rico. Esta isla fue usada como campo de pruebas de armamento desde los años 40 por la marina de EEUU. en este emplazamiento la población autóctona fue desplazada al centro de la isla, ya que el ejercito acabó controlando dos tercios de la extensión para realizar maniobras y pruebas de tiro, superando los 150 días de maniobras al año, llegando a picos de aproximadamente 220 días si revisamos los datos desde 1983.

En este territorio a simple vista, se pueden ver los efectos de las detonaciones de los proyectiles. Destruyeron el ecosistema y erosionaron el suelo hasta dejar al descubierto la roca madre, que debería estar enterrada bajo una amplia capa de suelo. Estos cráteres también encierran otro peligro, no toda la munición está detonada, y si se cubre con tierra puede quedar oculta y explotar en cualquier momento, lo que significa una amenaza constante.

Pero no solo hay daños macroscópicos, también hay cuestiones que no se ven a simple vista, ya que el efecto de esta actividad deja un rastro en el ambiente, por ejemplo la presencia de uranio reducido que se utiliza en el recubrimiento de las balas dedicadas a la perforación de blindados.

Estas balas, aprovechando el recubrimiento denso que le proporciona el uranio reducido, pueden ser de menor tamaño, viajar a mayor velocidad y atravesar la capa de blindaje de un vehículo, para posteriormente incinerarse a temperaturas de entre 1000 a 2000º F. Esto hace que el 60% aproximadamente del material se pulverice y quede en suspensión en el ambiente y pueda ser transportado por el viento.La inhalación de este material puede provocar varias enfermedades entre ellas distintos tipos de cáncer, si estas partículas se depositan en el agua o alimentos y acaban siendo ingeridos, el envenenamiento produce síntomas parecidos a los del plomo.

A parte de este material podemos encontrar metales pesados tales como arsénico, bario, cadmio, zinc, cobalto, cobre, plomo, cromo y vanadio, metales en su mayoría carcinógenos y con tendencia a ser bioacumulativos, es decir que el organismo no puede eliminarlos.

Ni que decir tiene que estos metales pasan a la cadena trófica debido a que pasan al organismo de aves, moluscos y cuanta forma de vida tenga contacto con ellos, ya sea por inhalación o por deposición en agua, o por la incorporación al terreno debido a la disolución en el agua de lluvia. Otro de los venenos que se pueden encontrar es cianuro, un compuesto que mata por asfixia al inhalarse, ingerirse o al contacto con la piel.

El estudio en Vieques llevado a cabo por el Dr Arturo Messol Deyá y la Dra Elba Diaz sobre tejidos vivos, se realizó estudiando poblaciones de cangrejo violinista. Los datos arrojaron que se encontraban  concentraciones de cadmio entre 10 y 20 veces más altas que las concentraciones reportadas en los sedimentos de las lagunas. Esta concentración en los sujetos de estudio llega a ser de 80 veces mayor en los provenientes de la zona de tiro, si se comparan con cangrejos normales adquiridos en pescaderías de la costa este de EEUU.

La media de cadmio en los cangrejos de la zona es de 8,05µg/g lo que sobrepasa el valor de preocupación critica de US Food & Drugs Administration (1993) que estableció el limite en 6 µg/g y que excede en 1000 veces el valor de ingesta permitido por la OMS. 

Este compuesto puede ocasionar daños en el sistema renal, en el sistema pulmonar por inhalación, y en casos mas graves la muerte. Se trata de un elemento que no se puede eliminar del organismo, la única posibilidad de evitar estos daños es no estar expuesto a él.

También se realizó un estudio sobre tejido vegetal demostrando la movilidad de estos compuestos en las plantas y su inclusión en la cadena trófica, siendo en el caso vegetal el compuesto acumulado el plomo, cuyos síntomas pueden mostrarse de las siguientes formas:

  • Retraso del desarrollo.
  • Dificultades de aprendizaje.
  • Convulsiones.
  • Pérdida de audición.

Estos síntomas, entre otros, son los que se dan en niños, (recién nacidos, nacimientos prematuros, retraso del crecimiento y poco peso al nacer); en adultos, (presión arterial alta, problemas de memoria y concentración, dolores de cabeza, alteraciones de los estados de animo, disminución del conteo de espermatozoides y anomalías en estos); y en mujeres embarazadas (abortos). Todos estos síntomas se refieren a concentraciones leves a moderadas, pero una concentración elevada ataca al sistema nervioso central pudiendo provocar un coma en el intoxicado, e incluso la muerte.

Como consecuencia a nivel epidemiológico, se estudió entre el 85 y el 89 en la isla de Vieques las posibles afecciones de la población, y los datos que se extrajeron del estudio concluyeron que había un 26,7% mas de afectados por cáncer en otros emplazamientos de la región. También se ven incrementados los pacientes que desarrollan telarquia precoz (desarrollo sexual precoz), que en la isla de Vieques se sitúa en el 7,2% mientras que en otros territorios esta media se sitúa en el 3%. Se sospecha que esto puede deberse a los compuestos químicos de los explosivos usados durante años.

Como podemos ver en el estudio de esta isla, se puede comprobar que aparte de la destrucción visible hay un enemigo invisible que afecta a la población durante décadas, socavando su calidad de vida a distintas generaciones. Hay que tener en cuenta que estos datos son de zonas con una actividad de maniobras desde los años 40, y que un conflicto armado no llega a esas cotas de duración, pero también podemos tener en cuenta que aquí se realizaron maniobras, ensayos… Y que muy probablemente la cantidad de proyectiles usados no llegue a ser tan intensa como un conflicto real.

La guerra siempre es una desgracia para el que la sufre, para el que se ve desplazado de su hogar por miedo a la muerte, pero como pudimos ver cuando cesan las bombas, una guerra invisible y más cruel que acecha. Los hijos que no conocieron las bombas aún sufrirán las consecuencias.

La guerra no afecta solo a los combatientes, la guerra es transgeneracional.