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El fantasma de Carles Puigdemont

Carles Puigdemont se ha convertido en el fantasma del Estado español. El líder catalán es ahora mismo el enemigo número uno del IBEX35, del régimen del 78 y de los principales partidos políticos de España. Una persona no debería ser un problema en sí para todo un estado; no obstante, la regresión que está sufriendo la democracia española en sus vanos intentos para eliminar la figura del president, está dañando la reputación de todo el sistema.

Para parar a Puigdemont, el Rstado no solo ha utilizado la mentira y la desinformación; en una conjunción entre los principales partidos, los medios de comunicación y las grandes corporaciones, han manipulado encuestas, han tergiversado hechos y han centrado la opinión pública en una sola persona. Y el caso no se concentra solo en el político gerundense.

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Las encuestas en España

En España, la mayoría de encuestas las realizan empresas privadas, que posteriormente venden sus datos a los medios de comunicación. Estas encuestas tienen mucha importancia en las posteriores elecciones, como se ha destacado en distintos artículos publicados en ElEstado.Net las últimas semanas. La avalancha de datos, siempre con resultados similares, acaba por convencer al elector en uno u otro sentido.

El ejemplo más reciente de esta situación se dio en las pasadas elecciones del 28 de abril: por un lado, se hinchó adrede la representación de VOX y del Partido Popular, con el doble objetivo de aglutinar el llamado voto útil alrededor del PSOE y dejar entrar el partido ultra en el Congreso de Diputados; y, por el otro, se infrarepresentó las opciones de Junts per Catalunya, partido de Puigdemont, para intentar que Esquerra Republicana de Catalunya acaparara todo el voto independentista.

Como demuestran las filtraciones que se suceden, en relación a las llamadas Cloacas del Estado, actualmente existen dos enemigos del Régimen del 78: por un lado, la confluencia representada por Unidas Podemos, liderada por Pablo Iglesias; por el otro, el independentismo catalán, que las élites del Estado personalizan en Carles Puigdemont.

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El caso Carles Puigdemont

Desde que el independentismo se disparó, los medios de comunicación y los principales partidos estatales han intentado localizar el fenómeno en personas concretas. Cuando Artur Mas decidió redirigir su partido, Convergència Democràtica, para mantener la hegemonía en Cataluña, se le culpó del aumento del independentismo. Una vez eliminado el problema, los principales periódicos y televisiones de España dieron por muerto el movimiento. Con la llegada de Puigdemont a la Generalitat, el gerundense se convirtió en el nuevo enemigo.

Desde que el president se encuentra en Bruselas, después de la fallida declaración de independencia del 27 de octubre de 2017, los lobbys de presión han intentado hundir su representación en las subsiguientes elecciones. Tanto en las catalanas del 21 de diciembre de ese mismo año, cuando se le auguraban menos de 30 diputados y terminó por encabezar el gobierno, como en las presentes elecciones generales, en las que se le presuponían 2-3 diputados y terminó por perder solo uno de sus representantes -consiguieron 7-.

Pero una cosa es manipular las encuestas e intentar minimizar el impacto electoral de un partido, y otra es prohibir a un individuo presentarse a unas elecciones. Después de los intentos de liquidación del partido de Puigdemont, y después de fracasar otra vez en su intento, el lunes por la mañana la Junta Electoral Central (JEC) decidió impedir la participación de Carles Puigdemont, así como de los consellers Toni Comín y Clara Ponsatí, en las próximas elecciones al Parlamento europeo.

Es decir; si Junts per Catalunya hubiese sacado 2 diputados, el lunes no habría pasado nada. La decisión de la JEC, amparada en criterios legales -aseguran que Puigdemont no se encuentra inscrito en el censo-, en realidad se basa en los resultados electorales de su partido: es una decisión política. A pesar del cambio de gobierno y la llegada de Pedro Sánchez, las cloacas del interior siguen su curso.

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La manipulación

El caso de Carles Puigdemont es solo un ejemplo de la manipulación a la que se ven sometidos los ciudadanos españoles a diario. Es más fácil dirigir el voto y la opinión de las personas que intentar que piensen por sí mismas. Este es el principal problema del Régimen del 78: nacido de una dictadura, sus estructuras entienden más de dirección que de pedagogía.

No es una cuestión de estar a favor o en contra de la independencia de Cataluña, de sentirse más o menos español o de las simpatías que despierte el político exiliado. Es una cuestión de salud democrática, el poder contrastar unas ideas mediante las urnas, y de tener todos las mismas posibilidades en materia publicitaria.

Y, por supuesto, Puigdemont y su partido no son los únicos afectados; Unidas Podemos -confluencia entre Izquierda Unida y Podemos– también ha sufrido la misma suerte, tanto a nivel de encuestas como de presión por parte de las cloacas del estado. Y, como decíamos en este artículo, la situación no cambia mande PP o PSOE. Es la presión antidemocrática ejercida por parte de estructuras que nacieron durante el franquismo y que nunca han sido purgadas.