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Editorial: las barreras del capitalismo que impiden ejercer el derecho a “comunicar información”

Perdón, falta al final del titular añadir “a la mayoría de la población”. Hablo en concreto de lo que la Constitución de 1978, redactada por una mayoría franquista, establece en parte de su artículo 20:

Se reconocen y protegen los derechos […] A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades. Artículo 20, Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero (De los derechos y deberes fundamentales) de la Constitución española de 1978.

No voy a entrar hoy en la situación que se vive actualmente, con los medios de comunicación que dominan el espectro mediático, poseídos por accionistas como Jeques millonarios que dirigen dictaduras, fondos buitres y grandes empresas, que usan las medias verdades, en el mejor de los casos, para conducir a la sociedad en función de sus intereses monetarios y de poder, sino más bien en la imposibilidad de ejercer el reconocido -pero no garantizado- derecho a “comunicar” si no se cuentan con grandes sumas de dinero.

Es evidente que al Régimen del 78 no le conviene, como sistema establecido, un poder mediático que se dedique a señalar sus errores y carencias, porque pondría en riesgo su supervivencia como agente institucional que dirige la vida de quienes viven en España. De ahí que la Carta Magna reconozca el derecho para sustentar el argumento de que es una democracia, pero no haya determinado ninguna herramienta para que se pueda ejercer por parte de todos los sectores sociales, con la intención de que no se pueda rebatir su relato.

Sí, es cierto: “si tienes algo que decir contra el Régimen del 78, ábrete un blog y dilo, nadie te lo impide“, pensarán muchos. Se puede hacer el blog pero surgirá el primer pero, ¿pero qué pasa si escribo lo que pienso como han hecho otros que están exiliados o en la cárcel por posicionarse en contra de las instituciones del sistema? En ElEstado.Net nos hemos autocensurado en varias ocasiones por miedo a posibles medidas de represión del Régimen del 78, sobre todo por la Ley Mordaza que Pedro Sánchez mantiene vigente.

La frase se convierte entonces en “si tienes algo que decir contra el Régimen del 78, ábrete un blog y dilo pero atente a las consecuencias“. Ahora llega el segundo pero. Pero sin fondos económicos, ¿cómo convierto mi blog en un medio de comunicación? Un blog carece de credibilidad periodística. Una gran parte de los españoles no tienen padres (o familiares o amigos) con la suficiente tranquilidad económica para hacer una inversión de miles de euros. Solo la programación y el diseño de una web cuesta más de 3.000 euros.

Quién haya pasado este escollo, necesitará llenar su medio de comunicación de contenidos, pero -el tercero- ¿cómo va a contratar gente si no tiene dinero? “Sencillo, que escriban en la web otros como tú (trabajo voluntario) o monetiza la web“, responderán muchos.

La primera opción, el trabajo voluntario, supone un techo de cristal casi imposible no ya de romper, sino de rozar con la punta de los dedos. Los que participan tienen sus propios trabajos, o dedican mucho tiempo a buscar empleo, tienen hijos, o están estudiando, por lo que su compromiso no alcanza para sostener una producción de contenidos suficiente como para monetizar la web, ya que no se logran los números mínimos de interacciones ni de visitas suficientes para que los anunciantes consideren poner publicidad.

Por lo que llegamos a la segunda idea, monetizar la web. Para hacerlo hay que constituirse como empresa, otros 3000 euros solo para iniciar los trámites. Como no se suele contar con ese dinero, quienes quieren ejercer su derecho a “comunicar información“, recurren a la conformación de una Asociación Cultural, que es gratis si no contamos con las tasas, los abogados para redactar los estatutos y el resto de bases legales, y la gestoría que se ha de contratar para hacer frente a las exigencias del Estado español a la hora de llevar los libros de cuentas entre otras obligaciones trimestralmente, que quedan muy lejos del conocimiento del común de los ciudadanos, sin formación ni manera sencilla de acceder a ella para hacer frente a estos menesteres.

Quienes consiguen superar estos obstáculos, deberán comenzar a monetizar su web de noticias para poder contratar periodistas que conformen realmente una publicación con una producción constante de contenidos, sin lo cual no hay comunicación.

Todo ello sin contar con ayudas públicas por los recortes y la corrupción. Teniendo que acceder a un espacio mediático ocupado por los medios de comunicación que sustentan a las fuerzas del Régimen del 78, sin posibilidad alguna de que el Estado provea formas de democratizar la información, como por ejemplo reservar una parte del espacio mediático a medios de comunicación comunitarios, ayudando a la conformación de los mismos y a su visibilización.

Estamos, por tanto, en una situación en la que los trabajadores no tienen oportunidades de “comunicar información” según sus intereses, al no recibir de los poderes del Estado la aplicación efectiva de un derecho reconocido en la Constitución.

Lo que se consigue con ello es que las posiciones económica y socialmente favorables a los grandes banqueros y empresarios, sean reproducidas con una fuerza muchísimo mayor que las de quienes son explotados y desahuciados por ellos.

Este escenario se da porque es el planeado al redactar la Constitución y no especificar en ella las formas en las que se hará efectivo ese derecho para que sea disfrutado en igualdad de condiciones, y porque las fuerzas del bipartidismo que resurge hoy son las dos columnas en las que se asienta el Régimen del 78, por lo que nunca han previsto cambiar la legislación en favor de una democratización de la información.

Relegando de esta manera a las propuestas comunicativas alternativas a ser marginales -en el sentido de no ser capaces de influir en la sociedad- a causa del voluntarismo-, o a desaparecer fruto de la frustración al no lograr profesionalizarse, y tener que buscar otro trabajo para subsistir.