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Chalet de Iglesias y Montero reabre el debate de la coherencia en política

Una información publicada por OK Diario aseguraba que Pablo Iglesias e Irene Montero se habían comprado un gran chalet, algo que Pablo Iglesias confirmaba dando sus explicaciones y ajustando el precio. La noticia inunda ahora las redes sociales y vuelve a poner el foco en un debate que no estaba ni muchos menos cerrado, sobre el dinero que debe tener un político y el uso que debe darle.

En este texto hablaremos de Pablo Iglesias, de Irene Montero y de su nueva casa, pero para ello hay que remontarse al debate de los salarios primero.

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Era diciembre del 2012, hacía un año del 15-M y estaba en marcha la X Asamblea Federal de Izquierda Unida que debía fijar nuevos estatutos y coordinador. En ese contexto la militancia presentaba una enmienda para que los cargos públicos cobraran tres veces el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Casi todas las enmiendas eran asumidas por la dirección de la asamblea pero esa fue rechazada y tuvo que ser votada por el conjunto del plenario. La votación final no dejó lugar a dudas, la gran mayoría de la militancia levantaba la mano para votar a favor de un texto defendido en tribuna por la ahora eurodiputada Marina Albiol mientras que casi toda la mesa de dirigentes de la asamblea la levantaba en sentido contrario para vetar la propuesta. Se acababa de reabrir en nuestro país el debate de los salarios de los cargos públicos.

La propuesta de cobrar tres veces el salario mínimo se había aprobado pero parecía que no había mucho interés en implementarla con celeridad. Años después ya con Podemos en marcha, Izquierda Unida presentaba su web de transparencia en la que curiosamente podía verse que solo un diputado, Alberto Garzón parecía ajustar su salario a lo acordado.

Podemos por su parte asumió desde su nacimiento la misma norma. Copiando a Izquierda Unida asumió que lo correcto era no cobrar más de tres veces el SMI. Aunque en ambas organizaciones hubo problemas al inicio para implementar la norma, ahora esta se cumple y parecía que el debate se cerraba, pero la compra de un chalet por parte de Pablo Iglesias e Irene Montero parece demostrar que el debate no estaba ni mucho menos terminado. El enfoque ahora pregunta: ¿cómo debe vivir un dirigente político?, ¿qué pasa con los ingresos indirectos como las publicaciones de libros?

Pablo Iglesias e Irene Montero en el Congreso de los Diputados.

Cobrar tres veces el salario mínimo no deja de ser una simple medida arbitraria, podían ser dos o incluso cuatro veces, en cierta medida esta norma legitima y asume el salario mínimo tomándolo como referencia, al tiempo que las mismas organizaciones políticas dicen combatirlo y proponen salarios mínimo de más de mil euros. No solo eso, las formaciones de izquierdas por lo general quieren limitar lo que cobran los empresarios a un número de veces superior a lo que cobra el presidente del gobierno, a quién se suelen referir como figura que tiene derecho a cobrar más que un empresario porque ha sido votado.

Cuando aplicas una medida arbitraria debe haber una razón de peso, y esta suele ser que el político no se enriquezca con su trabajo de servidor público. Hay otras vías para enriquecerse, algunos políticos que han ocupado cargo público defienden que la norma debe establecer que nadie pierda dinero por meterse en política, de forma que si por ejemplo un profesor que cobraba algo más entra en política con una familia que mantener y una hipoteca que pagar, no vea reducido su salario a tres veces el SMI y eso lo pague su familia. Claro que eso plantea otras dudas.

Si los dirigentes políticos cobraran lo mismo que antes de ejercer cargo público, aquellos que fueran trabajadores precarios o parados serían precisamente los más perjudicados. La norma parte de la premisa de que todos podemos lograr el trabajo que queramos y al tiempo parece legitimar los salarios precarios. ¿Hasta qué punto es justo que se mantengan diferencias salariales ejerciendo el mismo trabajo? Es decir, si vamos al extremo se sabe que algunas mujeres cobran menos por realizar el mismo trabajo, con esta medida en la práctica se trasladaría esta diferencia también al cargo público.

Otras voces asumen como válida la norma actual de las organizaciones de izquierdas siempre y cuando no se base en un salario mínimo que la propia organización política combate, por ejemplo ajustándolo a tres veces el salario mínimo que la organización defiende (1.000 o 1.200 euros multiplicados por tres). Claro que en ese caso la norma pierde el sentido original de cobrar poco.

Por último hay gente que defiende que los políticos deberían cobrar lo mínimo de lo mínimo, llevado al extremo Cospedal en Castilla-La Mancha lanzó una ley que impedía cobrar a los diputados del parlamento regional un salario y como resultado, solo la gente con más dinero decidió seguir en política, mientras que los que vivían con trabajos precarios y no tenían nada ahorrado tuvieron que asumir que debían irse a casa.

La ley de Dolores de Cospedal dejó fuera a los que menos dinero tenían.

En realidad la medida de Cospedal no es nueva, independientemente de temas que desviarían el hilo, en Cuba existe un parlamento, uno de los más numerosos por número de habitantes que hay. Todo diputado raso cobra cero euros por ejercer su labor y al tiempo que ejercen de cargo público deben continuar con su profesión habitual.

Hay mucho que tener en cuenta, los eurodiputados realizan una labor que les obliga a viajar mucho, lo que aumenta sus gastos: es necesario cubrir por ejemplo los vuelos en avión, con lo que hay que destinar otra partida para gastos justificados. Muchos diputados plantean que es realmente complicado y laborioso estar con tickets por todas partes, un error podría dejarlos sin sueldo ese mes.

Además existe otro problema, gracias a un tratado de la Unión Europea, sale más barato ir en primera clase que en clase turista. ¿Dónde deben ir, deben gastar más e ir en turista? ¿Y si solo queda sitio en primera clase porque toman los vuelos en el último momento cuando se produce un hecho noticioso?

Busquemos referencias políticas en el propio de gente ya retirada: Julio Anguita, Gerardo Iglesias, Cayo Lara, Felipe González y José María Aznar.

Julio Anguita no convenció a la gente para ser presidente del gobierno pero durante muchos años estuvo al frente de Izquierda Unida y del Partido Comunista. Durante ese tiempo el debate de salarios no estaba sobre la mesa y no importaba mucho. Cuando dejó la política volvió a su trabajo como profesor y a su humilde casa en la que hoy en día continúa.

Felipe González tampoco tuvo muchas críticas por su abultado salario como presidente del Gobierno, pero al acabar fue cuando se hizo millonario trabajando como asesor para alguno de los más ricos del planeta, algo que sí ha despertado críticas porque él mismo criticaba eso de otros políticos retirados en su momento.

José María Aznar por su parte parece que tampoco ha tenido problema al dejar la política, pero por su condición de dirigente de un partido de derechas nadie ha lanzado muchas críticas sobre ello. Es decir, la sociedad parece asumir que es una cuestión de clase social o ideológica, o quizá simplemente es una cuestión de coherencia.

El último líder en retirarse ha sido Cayo Lara que lo primero que hizo fue apuntarse a las listas del paro, y hoy en día está retirado sin que se le conozcan grandes lujos.

El ex Secretario General del PCE en su vuelta a la mina.

El debate es de coherencia, no importa lo que se cobra sino como se vive. Queda por mencionar a Gerardo Iglesias que dirigió el PCE e Izquierda Unida durante algunos años. Gerardo volvió a la mina y continúa también viviendo en una humilde morada. Sin embargo, él manifestó más de una vez que no fue una decisión tomada por voluntad propia. Estaba enfermo y la mina era muy dura, su deseo era encontrar un trabajo mejor, pero la política mantenida al frente de Izquierda Unida impidió que encontrara acomodo en las grandes multinacionales del país y en general, que alguien quisiera contratarle.

Encontrar o no trabajo es una preocupación entre los dirigentes pero también entre cargos de menor peso como los concejales de un municipio. Estos por lo general deben ejercer de concejales a tiempo completo a la vez que necesitan continuar con su trabajo. La mayoría de concejales de la oposición cobran poco o nada siendo las dietas por pleno la excepción. Un concejal que se enfrente a jefes de algunas empresas por el trato a sus empleados, tendrá luego muchos problemas para encontrar trabajo.

Difícilmente un auxiliar de enfermería puede tomar la decisión de ser concejal y hacerlo al mismo nivel que otro que no tema por su puesto de trabajo ni tenga que enfrentarse a un jefe. Una persona con dinero que pueda dedicarse a tiempo completo o pedir una excedencia resulta siempre más útil.

Si analizamos los cargos públicos de nuestro país podemos comprobar que el grado de funcionarios metidos a cargo público es muy elevado. Un puesto de trabajo que te permite regresar años después como si no hubiera pasado nada siempre es buena garantía. Pasa con Mariano Rajoy, quién llevan toda la vida en política y aún podría regresar al registro de la propiedad. El problema entonces es que hay profesiones que acaban sin un solo representante público, y eso es como si no hubiera mujeres en política, una parte de la población queda invisibilizada. ¿No deberían entonces cobrar más para compensar problemas futuros?

Por último ¿qué pasa con esos cargos públicos que tenían un buen empleo pero que necesitan un reciclaje casi imposible para poder ejercer bien su labor? Algunos políticos que llevan mucho tiempo ejerciendo como tal, si dejan la política difícilmente podrían volver a su trabajo. Por ejemplo Gaspar Llamazares trabajaba como médico, con lo que avanza la medicina cada año le será difícil ponerse al día. Esto podría dar lugar a políticos que nunca quisieran dejar de serlo por el abismo profesional que viene después. A su vez esto puede generar una casta política que nunca abandone la cosa pública. La política sería pues su profesión.

Para arreglarlo algunos partidos se plantean que en los órganos internos exista una norma como existe para jóvenes o mujeres. Cuotas para que tenga que haber un porcentaje mínimo de personas de diferentes profesiones, algo que mencionó Alberto Garzón, pero que de momento es un camino inexplorado.

Alberto Garzón fue el primer político de su formación en acatar la norma de cobrar un máximo de tres salarios mínimos.

Volviendo al inicio el debate, hablemos sobre la coherencia. Sobre cómo representar a una mayoría social si te haces rico. Hasta qué punto importa cómo ganas el dinero y cómo lo gastas. Vivir bien dificulta entender a los que no lo hacen, así lo entendían algunos líderes de izquierdas como José Mújica o Thomas Sankara y así se entiende qué pasa cuando representantes del PP dicen que “se jodan” los jubilados o los parados.

Pepe Mújica recibió seis impactos de bala antes de ser presidente, y fue encerrado en un calabozo durante 10 años. Siempre ha manifestado que se sentió muy contento la noche que conseguía un colchón para poder dormir, y que “si no hubiera tenido esa experiencia no sería lo que fui”. Pepe Mújica sí cobraba un buen salario como presidente pero donaba el 90% de ese dinero. Es decir, no renunciaba a cobrar, pero lo distribuía entre su organización política y ONGs de todo tipo. Con lo que le quedaba decía que “me tiene que alcanzar porque hay otros uruguayos que viven con mucho menos“.“¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? ¿Qué vivo con poca cosa, una casa simple, que ando en un autito viejo, esas son las novedades? Entonces este mundo está loco porque le sorprende lo normal“.

Puede resultar curioso, pero quién aceptó cobrar un solo euro como presidente fue Donald Trump, el multimillonario vendió así a la población que él no les iba a costar nada, ganando votos con ese discurso. No es el único político estadounidense que utilizó esa fórmula para ganar votos, se la copió a otro miembro del Partido Republicano, el conocido Arnold Schwarzenegger. El actor aseveró que perdió 200 millones de dólares por haber sido cargo público.

Otro ejemplo es Thomas Sankara, el presidente que puso nombre a Burkina Faso, conocido como “el Ché africano“, renunció a todos los Mercedes Benz del gobierno cuando llegó a presidente. Convirtió a un humilde Renault 5 en el coche oficial. Prohibió a los altos cargos viajar en primera clase o tener chófer, les bajó el sueldo, y al menos una mes debían donarlo a proyectos públicos.

Sankara se negó a instalar aire acondicionado en su despacho, en reuniones internacionales se negaba al “despilfarro” de dinero en grandes comidas y elegía beber agua del grifo y comprar en el primer puesto de comida en la calle. Se puso un sueldo humilde y al momento de su muerte apenas poseía una casa con hipoteca, tres bicicletas, tres guitarras y un frigorífico con un congelador roto que estaba así desde años atrás. El motivo estaba claro, decía que en un país pobre donde la gente pasa hambre, no podía permitirse esos caprichos, que debía vivir como vivía el pueblo para entender la urgencia con la que el pueblo necesitaba cada reforma. Por cierto, también dictó la prohibición de que los familiares de políticos ocuparan cargos de poder.

Este debate sobre salarios y modo de vida no solo ocurre en la política. En las centrales sindicales el hecho de que algunos líderes no fueran coherentes y llevaran a sus hijos a la privada mientras defendían la pública, que criticaran a algunas multinacionales para después consumir en ellas, o el simple hecho de enriquecerse teóricamente defendiendo a los trabajadores, condujeron al desprestigio y al hundimiento de los sindicatos en países como EEUU, que ahora ha empezado a llevar la coherencia a sus líderes tras el paso de Occupy Wall Street.

En España tenemos ejemplos contrapuestos entre los sindicalistas retirados. Por un lado está Marcelino Camacho que murió en su humilde piso de Carabanchel a pesar de dirigir el sindicato durante años, y por el otro se encuentra José María Fidalgo, que acabó con Carlos Herrera en la Cope, pidiendo el voto para UPyD y colaborando con las FAES de Jose María Aznar después de las lesivas reformas para la clase trabajadora que este ejecutó como presidente, que su antiguo sindicato aún denuncia.

El antiguo Secretario General de CCOO, Fidalgo, apoyando al Partido Popular.

Si asumimos que el político debe vivir como vive la mayoría de sus votantes encontramos otro problema, en primer lugar no existe la vida privada, lo que haga su mujer importa, lo que coma importa, en definitiva copiamos el modelo estadounidense de eliminar la vida privada y siempre posar con la pareja.

Pablo Iglesias afirma en una carta donde da explicaciones públicas de su nueva casa de medio millón de euros que si seguían como hasta ahora: nos persiguen paparazzi cuando vamos al hospital, al notario o a sacar a los perros y no quieren eso para sus hijos. Además, la seguridad de los políticos suele requerir que estos por ejemplo no cojan el metro. Alberto Garzón siempre usaba el metro y el bus, pero la policía le dijo que dejara de hacerlo debido a las amenazas de muerte recibidas. Parece que lo sigue haciendo pero siempre acompañado.

La ética es difícil de plasmar en un papel, pongamos por caso Pedro Sánchez. A pesar de ser diputado tenía más de 3.000 euros invertidos en Repsol y más de 15.000€ en acciones de red eléctrica, aunque eso podía llevar a un conflicto de intereses una vez asumió el cargo de Secretario General dejó claro que las cosas iban a seguir igual.

Así que en definitiva, hablar de Pablo, Irene y su nueva casa es hablar de mucho más, pues nada hay que reprochar en el terreno de un dinero conseguido legal y justamente. Es en el terreno de la ética y la coherencia donde surge el problema. Por supuesto hay más casos, mientras que Alberto Garzón continúa compartiendo piso con su esposa, hermano y a veces una cuarta persona, el líder de Ciudadanos vive un en chalet en el barrio más rico de España que cuesta el doble del de Iglesias, pero eso no le importa a nadie, o bien porque los medios no lo destacan, o bien porque a la gente no le parece tan incoherente.