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La OEA observará las elecciones de Brasil organizadas por el golpista Michel Temer

La delegación de observación electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) se encuentra en Brasil. Es la segunda visita que los expertos electorales liderados por la expresidenta de Costa Rica Laura Chinchilla realizan para comprobar el estado de los preparativos de las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo domingo 7 de octubre.

El funcionamiento interno de la OEA está totalmente roto debido a la asunción, por parte de su secretario general Luis Almagro, del guión imperialista de la administración de Donald Trump contra Venezuela y Nicaragua. Almagro ha abandonado su papel neutral para convertirse en el representante del presidente norteamericano y la derecha latinoamericana.

Un papel de neutralidad que sus predecesores habían mantenido en su perfil público, no así entre bastidores, donde solían defender los mismos intereses que protege el uruguayo Almagro sin importarle que no haya caído la cortina en el escenario. Por ejemplo, el anterior secretario José Miguel Insulza supo cómo iniciar, mantener y culminar un diálogo entre los golpistas y los demócratas hondureños que permitió la continuación de la dictadura hasta hoy gracias a lavar su imagen con el acuerdo. Consiguió un pacto que hizo desaparecer el foco mediático de Honduras manteniendo el nuevo orden conseguido por los golpistas.

Sin embargo el actual secretario general de la OEA Luis Almagro no es capaz de dar esa imagen neutral. Se ha aliado con una de las partes en conflicto en dos países en concreto, y dedica todos los recursos de la OEA a cargar contra los gobiernos nicaragüense y venezolano, silenciando la violencia desatada por la derecha en el primero, y las sanciones y el boicot empresarial en el segundo. Almagro ha llegado ha pedir la intervención militar en Venezuela, unas declaraciones que fueron rechazadas por la mayoría de los gobiernos que lo suelen apoyar.

Luis Almagro (izquierda) habla con el golpista Michel Temer (derecha), al que considera presidente de Brasil pese a no haber ganado elecciones para llegar al cargo y haber vulnerado la constitución para conseguirlo.

La credibilidad de la OEA se ha visto afectada por la actuación de su máximo representante, quién no ha señalado como déficits democráticos que el principal líder opositor de Brasil (Lula) esté en la cárcel sin pruebas y no pueda presentarse a las elecciones cuando en las encuestas era el virtual ganador. Tampoco ve Luis Almagro como un problema para la jornada electoral brasileña que quién la organiza, Michel Temer, llegó al poder dando un golpe de estado quebrando la voluntad popular expresada en las urnas unos años antes.

Otro elemento que no juega a favor de la misión de observación electoral de la OEA desplegada en Brasil es lo sucedido en Honduras durante las elecciones generales celebradas en noviembre de 2017. Los expertos electorales de Luis Almagro confirmaron el fraude electoral, pero la institución americana dirigida por el uruguayo no hizo ningún esfuerzo: no gastó recursos en investigar a fondo las pruebas del fraude halladas por su propio personal, ni intentó un diálogo para hacer valer la expresión democrática de los hondureños. Tampoco criticó que el candidato continuador de la dictadura se presentase a la reelección cuando la Constitución de Honduras de 1982 lo prohíbe expresamente. Luis Almagro no considera que el hecho de que los poderes electoral y judicial se hayan saltado la constitución para mantener a Juan Orlando Hernández en el poder, una muestra de la concentración de poder del dictador hondureño.

Estas actuaciones son las que han restado credibilidad a la OEA. Luis Almagro silencia los ataques a la democracia en los países en los que la derecha gobierna, incluso dejó pasar con su silencio e inactividad el fraude en Honduras, ¿por qué no haría lo mismo en Brasil?

Después de todo una victoria del candidato de Lula Fernando Haddad cambiaría la posición de Brasil con respecto a Venezuela y Nicaragua, un duro varapalo para las pretensiones de Almagro de terminar con el bolivarianismo, a juzgar por su silencio también en Ecuador, país en el que la principal fuerza de oposición no solo está ilegalizada, sino que tiene a sus líderes o en la cárcel sin pruebas, o siendo perseguidos en un proceso judicial con tantas irregularidades que la Interpol no lo reconoce.