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Los bolivarianos se juegan su futuro en 2018

En la historia reciente de América Latina la izquierda ha intentado sacudirse el yugo del imperialismo y de sus gobiernos títeres. Algunas veces (pocas) ha logrado obtener el gobierno de alguno de los países que conforman el continente americano, pero nunca había podido superar el problema de los golpes de estado que el gobierno norteamericano de turno promovía (y promueve) para impedir su gobierno, puesto que ni estaba dispuesto a perder sus privilegios, ni mucho menos a permitir que el ejemplo se propagase.

Juan Jacobo Árbenz, Salvador Allende, Daniel Ortega… Todos ellos podrían haber iniciado una oleada de gobiernos progresistas pero no pudieron resistir los embates del imperialismo. Hasta la llegada de Hugo Chávez. Por primera vez en la historia de la izquierda mundial, se logró resistir al golpe de estado promovido por los Estados Unidos de América. Esa victoria permitió que el gobierno de Chávez continuase, logrando por una parte mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los pobres, y por otra desencadenar una oleada de gobiernos de izquierda.

Tras Hugo Chávez llegaron Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador, Jean-Bertrand Aristide en Haití, José Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay. Parecía que la izquierda alternativa iba a conquistar el continente. Rafael Correa y Evo Morales lograron superar, al igual que Hugo Chávez, golpes de estado en su contra. Su Alianza Bolivariana para América Latina (ALBA) suponía un ejemplo para la izquierda mundial, que observaba que era posible llevar a cabo intercambios comerciales sin usar el dólar ni crear deuda externa.

Hugo Chávez consigue ser el primer presidente de izquierdas que supera un golpe de estado.

Sin embargo, los golpes de estado en Honduras y en Paraguay sí triunfaron. También en otros países que, pese a no ser de izquierda bolivariana como los de Brasil, Uruguay y Argentina, no participaban en la agresión imperialista a los bolivarianos, perdieron las elecciones en favor de la derecha como en Argentina. En Uruguay los sectores más moderados del partido gubernamental se hicieron con el poder, dando a su política exterior un giro a la derecha. Y en Brasil Dilma Rousseff sufrió un golpe de estado.

Tras sufrir esas derrotas la izquierda del continente no termina de encontrar su sitio. Por ejemplo en Honduras la izquierda de Manuel Zelaya ha ganado las elecciones, pero al sufrir un fraude que no están siendo capaces de revertir, no se han hecho con el poder. En otros países los bolivarianos tienen tan poca influencia en la sociedad que no se atreven a mostrar públicamente su apoyo a gobiernos afines como el de Venezuela porque la manipulación mediática los enterrarían políticamente hablando.

De esa manera las clases dirigentes de esos países controlan a la izquierda, que no se atreve a hacer propuestas rupturistas como por ejemplo la nacionalización de la banca o el fin de latifundio por miedo a que los califiquen como bolivarianos o chavistas. Sin embargo en 2018 la situación podría cambiar. Se van a celebrar muchas elecciones en varios países de América Latina y la izquierda está bastante bien posicionada en varias de ellas.

Venezuela

A lo largo de 2018 Venezuela celebrará unas importantísimas elecciones presidenciales. Nicolás Maduro ha conseguido imponerse ante la oposición en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y en las recientes elecciones regionales y municipales. Por un gran margen. Tras superar la violencia desatada por la Mesa de Unidad Democrática (MUD) mediante las guarimbas y la escasez de alimentos, el presidente venezolano debe ahora superar la especulación que el sector empresarial lleva a cabo con los precios de los alimentos y bienes de primera necesidad, y terminar con la escasez de medicamentos.

Maduro convenció a la mayoría de los venezolanos durante las campañas electorales de que la culpa de la mala situación por la que está pasando el país es a causa de la oposición. Según el presidente venezolano la MUD lleva a cabo un plan de golpe de estado continuado auspiciado y apoyado por el gobierno de los Estados Unidos. Expresó que votar por la ANC, por los gobernadores y alcaldes del Gran Polo Patriótico (GPP, coalición de las fuerzas políticas y sociales chavistas) serviría para arreglar la situación. Si quiere ganar las próximas elecciones presidenciales debe demostrarlo.

Ecuador

La sorpresa saltó cuando el protegido de Rafael Correa, Lenín Moreno, decidió volver a abrir las puertas al neoliberalismo tras ganar las elecciones celebradas el pasado año 2017. Nadie esperaba que Moreno fuera a variar la línea política de su compañero Rafael Correa, y si lo llegaba a hacer sería en cuestiones menores que no truncasen el rumbo socialdemócrata clásico imprimido por el ex presidente.

Al fin y al cabo Moreno es de la formación política de Correa, Patria Altiva i Soberana (Alianza País), fue arropado durante la campaña por el gobierno anterior al completo y no se le conocían críticas a la gestión de Correa. Sin embargo, Moreno ha propuesto un referéndum que, de aprobarse, dará marcha atrás a las medidas tomadas por los dos gobiernos de Correa e impediría que éste se presentase a las elecciones de 2021. El próximo 4 de febrero se celebrará el referéndum que podría dejar fuera de juego a la izquierda ecuatoriana.

Colombia

La ultraderecha lleva gobernando colombia durante casi las últimas dos décadas. La izquierda neogranadina parece que no se ha recuperado desde la masacre de la Unión Patriótica. Las próximas elecciones presidenciales de Colombia se celebrarán el próximo 27 de mayo. La derecha concurre a ella aliada y unida, mientras que la izquierda asiste a la batalla democrática dividida en cuatro candidaturas, cada una con porcentajes nada desdeñables pero insuficientes para pasar a una segunda vuelta.

Piedad Córdoba, Gustavo Petro, Clara López y Rodrigo Londoño lideran partidos y movimientos con muchos apoyos y unos planteamientos programáticos muy similares. Una candidatura unitaria que sepa respetar las pocas diferencias que existen en lo ideológico, que ponga el foco en los puntos en común, y sea capaz de configurar unas listas que tengan en cuenta a todas las fuerzas integrantes, tendría muchas posibilidades de llegar a segunda vuelta.

Brasil

Luiz Inácio da Silva, Lula, está recorriendo Brasil desde hace meses como candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT). Tras el golpe de estado que depuso a Dilma Rousseff, también del PT y protegida de Lula, la izquierda brasileña volvió de manera unánime su mirada hacia el ex presidente.

No es extraño. Lula provoca un buen recuerdo en la memoria de la mayoría del país, gracias a haber sacado de la pobreza a millones de personas y haber mejorado las condiciones laborales de los trabajadores durante sus gobiernos. Con él en la presidencia, las medidas de derechas tomadas por el golpista Michel Temer serían revertidas y Brasil, con su imponente peso diplomático en América Latina, dejaría de apoyar la agresión imperialista sobre Cuba y Venezuela.

México

López Obrador lleva ganando las elecciones presidenciales mexicanas desde el año 2006. Es decir, ha ganado dos veces. Pero las dos ha sido víctima del fraude electoral. La primera vez que se presentó lo hacía como líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) con unas propuestas de centro-izquierda que ya asustaban en un país totalmente dominado por el neoliberalismo.

La segunda oportunidad, también como abanderado del PRD, López Obrador concurrió con unas propuestas un poco menos moderadas. Tras denunciar el fraude del que volvió a ser víctima, la dirección de su propio partido lo dejó en la estacada, impidiendo bajo amenazas de represión, manifestarse en la ciudad de México DF.

En 2018, López Obrador acude con su propia organización, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), con unos planteamientos cercanos a la izquierda bolivariana y con todas las encuestas señalándolo como ganador. De conseguir esta vez la presidencia, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cambiaría la política exterior de México para mirar más a América Latina que a EEUU, dejaría de inmiscuirse en los asuntos internos de terceros países e iniciaría una serie de medidas para favorecer a los sectores sociales que más están sufriendo la crisis en México, como una reforma fiscal progresiva y una lucha contra la corrupción.