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VOX, fascismo y capitalismo del siglo XXI

Según Walter Benjamin, tras cada fascismo hay una revolución fallida, lo cual parecía evidente en el siglo XX. Si observamos, detrás del nacionalsocialismo alemán estuvo la infausta revuelta espartaquista. En España, los intentos revolucionarios del 34 y otros posteriores precedieron a las experiencias del falangismo y jonsismo. En Italia, el clima de los años 20 indicaba que habría una revolución en un futuro cercano, pero la violencia callejera fascista de las squadras socavó el (pequeño) poder del PCd’I y el (no tan pequeño) del PSI hasta culminar en la marcha sobre Roma de las camisas negras.

Hoy es mucho más difícil poder hacer esa comparación. No hemos visto ninguna gran experiencia revolucionaria en los últimos años, y podemos afirmar que no habrá ninguna en un horizonte próximo. La lógica formal nos lleva a dos posibilidades: o Walter Benjamin se equivocaba en su postura (quizás haya que matizarla), o no hemos visto experiencias fascistas y tan solo solo creemos verlas. Sin querer dar una respuesta tajante y definitiva, creo que la respuesta correcta está entre la matización y la última opción.

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La respuesta está en la matización de la frase de Benjamin si que tenemos en cuenta que el capitalismo tardío fulmina toda intención de oposición a este sistema económico. El eje del debate político ya no está en la abolición o la conservación del capitalismo (como lo estuvo en el corto siglo XX). El nuevo eje está en la reforma y planificación, o libre mercado. Lo que antiguamente era revolucionario en tanto que tratase de superar el capitalismo, hoy parece revolucionario en tanto que trate de alterarlo cuantitativamente.

En el capitalismo postmoderno, las máximas políticas no son las de “coged el pan” o “la tierra para quien la trabaja“. Las máximas son nacionalizar los sectores estratégicos e impuestos fuertemente progresivos (en el mejor de los casos).

Estas fórmulas socialdemócratas aparecen en el espectáculo político como lo revolucionario, dada la ideología dominante. Los movimientos como Podemos, Syriza en Grecia, Francia Insumisa, son comparados por los medios de comunicación a experiencias anticapitalistas (el caso más claro en España es el de Podemos, donde la estrategia de descalificación del partido fue la de etiquetarles de chavistas pro-soviéticos).

>>Socialismo vs Capitalismo: comparación entre Bolivia y Grecia<<

Por tanto si hoy en día lo revolucionario se presenta como lo reformista (y viceversa), el fallido de lo reformista trae consigo una reacción que estamos viviendo ahora. De lo que se trata es averiguar si partidos como VOX (en su presencia mediática e ideológica actual ya que el partido en sí se fundó mucho antes) no son más que la consecuencia de la derrota de movimientos como el 15M o de los últimos estertores de partidos que conforman la socialdemocracia actual.

En segundo lugar, y creo que es más importante aún que lo anterior, está en preguntarnos qué relación puede guardar VOX con las experiencias del fascismo del siglo XX. Hay que preguntarse si se trata de un partido fascista, pese a que nunca se haya denominado como tal. Y nunca lo hará.

Características e historia breve del fascismo

Definir un partido fascista es difícil, pues el fascismo (y el nacionalsocialismo) no tiene un cuerpo dogmático sólido a diferencia de otras teorías. Esto es así porque el fascismo surge en función de las peculiaridades de cada país, teniendo un carácter nacionalista, a diferencia del marxismo que tiene una vocación internacionalista. Los marxistas siempre han visto el fascismo como el último bastión de resistencia de la burguesía.

>>Diccionario Político: fascismo<<

Para el fascismo era fundamental fagocitar los movimientos obreros, intelectual y materialmente (mediante la violencia). Tanto el NSDAP como el PNF surgieron de una coalición de un partido que decía ser nacionalista y de otro partido que decía ser socialista. Ambos mezclaron una suerte de ideología ultraconservadora políticamente (y reaccionaria) con una suerte de ideología económicamente anticapitalista (pese a que en la práctica nunca lo fueron).

Como ejemplo, en España la ideología del falangismo era el nacional-sindicalismo, asentada sobre la idea de la creación de un sindicato vertical que agrupase a patronos y obreros en pos de un interés nacional. La bandera de la Falange coge los colores de la bandera de la CNT. Lo que intentaban era absorber parte del movimiento obrero hegemónico en la España del momento que era el anarcosindicalismo, cogiendo ciertos elementos de este.

Pero el fascismo tiene unas características generales que se cumplen en los países que han sufrido su práctica política. Estas características son la creación de un estado corporativo, el irracionalismo filosófico (y el belicismo que ello conlleva) bajo marcados caracteres nacionalistas. Ese estado totalitario tenía como fin la construcción nacional suprimiendo los roces producidos por las contradicciones clasistas de la sociedad.

>>Jair Bolsonaro allana el camino al fascismo en América<<

Sin embargo solucionar esas contradicciones fue imposible. En Italia se pretendía una especie de autogobierno industrial mediante asociaciones en las que participaban patronos y obreros. En España, el falangismo pretendía la creación de un sindicato vertical  con los mismos fines. Mientras tanto, en Alemania la industria la reglamentaba completamente el gobierno. Tanto en Italia como en Alemania, las decisiones económicas las realizaban miembros del gobierno, mucho más cercanos a patronos que a obreros. Por último, los totalitarismos en su forma fascista o nacionalsocialista, tenían las tendencias propias de una economía de guerra controlada.

Hay que buscar en la coyuntura política actual si estos caracteres se dan en los partidos considerados de extrema derecha . Es obvio que las características anteriores no pueden darse en su totalidad, ya que vivimos en tiempos muy distintos. Dicho esto, nos tendríamos qué preguntar si el ataque contra las minorías, es suficiente para definir algo como fascismo.

Fascismo, neoliberalismo y socialdemocracia

Existe una tendencia marcada en la socialdemocracia izquierdista de tachar de fascismo a todo aquello contra ciertas minorías. Pero, ¿no es acaso esto una banalización del fascismo?. Esto no supone considerar a Bolsonaro, Le Pen (a propósito, a Le Pen padre sí que se le ha visto lanzando loas al franquismo) como enemigos de segunda, sino un llamamiento al conocimiento integral del enemigo.

Hay que hacerse unas preguntas de cara a la praxis ¿Por qué entender el fascismo como algo que desprecia movimientos de protesta actuales, y no como una ideología que surge bajo unas circunstancias históricas concretas que se modifica en función de que estas cambien? ¿Le Pen, Abascal y compañía son fascistas intentando cumplir sus sueños húmedos nacionalistas? ¿O son la punta de lanza de algo más intenso cociéndose en el tejido social a través de los aparatos de dominación mediática de la burguesía?

>>El baile de debutantes de VOX en el Parlamento andaluz<<

Será muy difícil ver a VOX construyendo un sindicato nacional que agrupe a patronos y obreros. VOX quiere lo contrario, aumentar los roces de la lucha de clases incrementando los beneficios de la burguesía financiera, esperando que algo de esos beneficios gotee al resto del tejido social. Todo esto bajo los tintes de conservadurismo y tradicionalismo inherentes a los partidos de la alt-right actual.

La izquierda tiene que actuar sobre la realidad social, no sobre las apariencias. Hay que que combatir a Salvini, Le Pen, Bolsonaro, Abascal y compañía como lo que son. Si se califica de forma errónea terminará combatiendo a un enemigo como lo que no es, dándole ventaja en ese terreno. La práctica revolucionaria debe alejarse de las contaminaciones socialdemócratas, quienes tratan de descalificar al enemigo de cara a los resultados electorales. El pecado de los revolucionarios sería trabajar sobre esa misma propaganda, y no sobre lo real.