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Podemos resuelve en positivo la crisis en Madrid

Recapitulemos un poco. Era el 20 de diciembre de 2015. Podemos se presentaba a las elecciones sin Izquierda Unida (IU) y con un lenguaje en el que se olvidaba de las confluencias que sí existían, asimilándolas bajo su marca. En aquellas elecciones Podemos fue la cuarta fuerza política en votos -tercera sumando las confluencias-, lo que produce un cambio de mentalidad y estrategia.

Podemos entiende que sacó mejores resultados donde había confluencias y cambia el discurso, el mensaje, e incorpora a nuevos aliados para seguir sumando. Algo que no gusta a Errejón que tenía en otra estrategia y pensaba que había que seguir la senda de mayor transversalidad; no verse atado a pactos con la izquierda tradicional si querían ganar a largo plazo.

Ese discurso de Errejón no cala en Madrid donde, a pesar de que sus partidarios contaban con más caras conocidas, quedaron relegados a una discreta segunda fila frente a Ramón Espinar. Esto quizá fue debido a la experiencia de las municipales y autonómicas anteriores en Madrid. En ellas Podemos en solitario no logró desbancar a Cifuentes ni con apoyo del PSOE por apenas unos votos que podía haber aportado una confluencia con fuerzas aliadas, mientras que sí alcanzó la alcaldía de la capital con esas confluencias a pleno rendimiento y marca propia.

Tras Vistalegre II Podemos quedó dividido en 4 familias: los Anticapitalistas, los partidarios de las tesis de Errejón, los partidarios de apoyar al Secretario General, y por último y en la sombra, los cercanos a Carolina Bescansa que siempre contó con simpatías y proyecto propio, contando con varios Secretarios Generales de Comunidades como aliados. Aún así el hermetismo de Podemos hizo -y hace- que las diferencias casi haya que intuirlas, porque lo que llega a prensa siempre es ruido, palabras bonitas, palabras feas y puestos.

Vencer a enemigos invisibles es difícil, explicar por qué no se alcanzan acuerdos también, pero lo más difícil es cerrar un acuerdo con la prensa encima entre dos corrientes de opinión. Porque cada detalle, cada frase, cuenta. Porque siempre hay que dar la sensación de que el otro tiene la culpa de no cerrar el acuerdo. Lo vimos con el reglamento de las primarias aprobado en dos fases. En la primera fase el reglamento atacaba las aspiraciones de los anticapitalistas al seguir un sistema propio combinado especial con el ya tradicional Desborda, para asegurarse de que solo entrara la cara más conocida de Anticapitalistas entre los 25 nombres. Lo que a la postre ha sacado de las primarias a esta corriente como protesta.

Esto se hacía para asegurar que el candidato tendría una mayoría clara y segura, pero por si acaso no había acuerdo con Errejón en las listas (o simplemente porque es suicida políticamente matarse ahora en unas primarias), la intención era elegir solo y en primer lugar al candidato “extraoficial” Errejón de una vez. Además si al final había que juntar las primaras, no hacerlo de primeras y cambiarlo por petición de Errejón daría una imagen de generosidad por su parte.

En una segunda fase de aprobación de esas primarias, se aprobaron las peticiones del equipo Errejón, algunas por escrito y otras de palabra:

  1. Errejón será el candidato.
  2. Errejón elegirá su propio equipo de campaña a dedo.
  3. Errejón tendrá libertad total para diseñar su campaña.
  4. Errejón podrá decidir los pactos de gobierno.
  5. La lista de Errejón tendrá mayoría absoluta en puestos de salida a la asamblea de Madrid (frente al resto de corrientes internas y confluencias).
  6. Errejón contará con el 60% del dinero del grupo (frente al 40% para la dirección de Podemos Madrid y demás).
  7. Las primarias serán conjuntas para aprovechar el tirón de Errejón para favorecer su lista frente a una posible lista de Espinar.

Esto lo dijo la prensa por un lado, los documentos internos por otro, y por último confirmó los extremos el propio Monedero en una columna de opinión.

La desconfianza en estos procesos siempre encabeza la negociación, pero Espinar tuvo que dar un paso atrás y tener menos fuerza de negociación después de que Errejón amagara con no presentarse y Pablo Iglesias dijera aquello de “ni media tontería”. Traducido: No me la liéis.

La segunda fase sellada y firmada daba paso a la nueva batalla. Errejón podía volver a tensar la cuerda y exigir más cosas, como firmar ante la junta electoral para que en la práctica Podemos sea suyo y pueda tener la última palabra en las confluencias municipales que están por venir. Último extremo que parece no logró -y sabía que no se podía lograr- pero servía para bloquear el relato en prensa del “generoso Espinar” y tener margen de negociación.

El problema es que tal y como parece, la propia mecánica de los partidos políticos genera discrepancias ideológicas que poco a poco por inercia acaban llevando a peleas cada vez más absurdas y desmovilizadoras para el conjunto de la militancia. Acaban llevando a odios, y a mirar hacia dentro del partido en vez de hacia afuera. Y en esto llegó Bescansa.

Carolina llegó en el peor momento con el peor papel de negociación publicado desde su propio móvil personal que hacía inverosímiles sus excusas. El veni vidi vici al revés: llegó, arrasó en un momento con todo, incluso con ella misma. Como diría Pablo Iglesias en sus inicios “pateó el tablero de ajedrez, que es a lo que venimos”.

De repente todo se frena, las luces rojas brillan por las sedes, ya no hace falta ir ganando en declaraciones de prensa a la contraparte, ya no hace falta una lucha soterrada, porque todos pierden, porque la estrategia que en fondo es lo que genera la división que lo mueve todo ha muerto. Solo hay ya un camino. Ganar, ganar y ganar usando todas las balas y eso incluye a todos.

La primera consecuencia fue frenar las conspiraciones de palacio para alivio de sus votantes.

La segunda consecuencia –en contra de lo que parece- fue afianzar la confianza entre líderes políticos. Ya da igual si Errejón estaba o no en eso con esa famosa reunión previa con Carolina Bescansa. Ahora ni está ni va a estar en eso. No vamos a ver compañero de partido más disciplinado que Errejón de aquí en adelante. No puede aparecer como salvador de un partido moribundo por seguir una mala estrategia (o sea no hacerle caso) si él con la suya ha clavado alguno de los cuchillos.

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La tercera consecuencia es que lo segundo genera lo tercero, es decir, la disciplina genera acuerdos y los acuerdos generan más confianza que los desacuerdos de cara a trabajar juntos en el futuro. “El dinero llama al dinero” pero sustituyendo dinero por confianza. Nadie pierde, por tanto nadie sale herido.

La cuarta consecuencia es que la campaña va a ser muy potente. Ya no se puede interpretar en clave interna. Nadie pierde. Antes si ganaba Errejón podía ser una batalla entre los que dicen que hubo zancadillas o que falla Podemos en general, y los que dicen que Errejón falló en su línea política. En su oportunidad. Antes, si ganaba Errejón unos dirían que fue un acierto y generosidad de Iglesias y la dirección madrileña, frente a otros que aseverarían que Errejón es mejor y deben imponerse sus ideas y su figura en el partido. Sería el eterno candidato en la sombra aunque no quisiera. La Susana Díaz de Pablo Iglesias. Ahora sin embargo, tanto la derrota como la victoria serán comunes a ojos de todos.

La quinta consecuencia es que la lucha interna, por adelantada en tiempos a las elecciones, hace mucho menos daño a todos. Sí, ahora toca curar heridas, pero tienen un año por delante para curarlas sin peleas pendientes y con unas listas ya cerradas que suponen una ganancia de tiempo frente al PP y el PSOE.

La sexta consecuencia es que como resultado de todo lo anterior, de tener que dejar lo interno a un lado y demostrarlo a la ciudadanía, de esa necesidad de ganar y salvar el posible gol en propia meta… Es que el propio Errejón es el primer interesado en que su candidatura cobre fuerza, es el primer interesado ahora en que la confluencia salga bien. Nadie quiere quedar como culpable de no cerrar un acuerdo, tampoco la dirección.

La séptima consecuencia y más importante, es que esto da tiempo a cerrar y trabajar una buena confluencia. Los acuerdos internos iniciales de mayoría para la lista de Errejón son más fáciles de cumplir si ya están todos en esa lista. Hay más margen de maniobra para IU y otras fuerzas porque no es la minoría cercana a Pablo Iglesias la que tiene que dejar sus asientos, sino que es todo Podemos el que negocia conjuntamente. ¡Por arriba o por abajo! Por una vez el fantasma de los puestos está cerrado y hay tiempo de hablar de programa electoral sin ruido, hay tiempo incluso de realizar unas segundas primarias con las confluencias dentro que ayuden a cerrar heridas incluso en Podemos con los anticapitalistas. Ahora hay más margen.

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La elección de Tania Sánchez como número dos de la candidatura confirma lo dicho, pues ya no entra con su pequeño equipo para dar más fuerza a unos o a otros en negociaciones de palacio. Entra porque alguna corriente le ha cedido su sitio sin más, aprovechando su tirón mediático para que las mujeres en la lista no queden en segundo plano. Las bajas de Errejón, Tania Sánchez  y quizá Carolina Bescansa en el Congreso de los Diputados permitirán a su vez meter sabia nueva y aligerar el problema de nombres, con la entrada de Sol Sánchez (IU), Belén Guerra (Podemos), Enrique Santiago (IU) o Marta Muñoz (independiente), según quién se sume o no a la nueva lista madrileña.

En definitiva nada está perdido porque al partido le falta un año para que el árbitro pite el final en las elecciones, pero los fantasmas y problemas que necesariamente tenían que abordar sí o sí han acabado por resolverse satisfactoriamente para todas las partes. Pero no solo eso, es probable que no se vuelvan a repetir en las autonómicas de ninguna comunidad autónoma.

Errejón ahora va a ser con todo el mundo “más majo que las pesetas”. Con las heridas cerradas, un año por delante y un programa por construir, todavía hay esperanza, el partido puede mirar ahora hacia afuera y solo ha perdido por el camino a una diputada rasa que conspiraba en la sombra contando dinero y repartiendo pasteles y cuchillos a la más antigua usanza.