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Sobre Neus Català y el antifascismo

El pasado sábado 13 de abril tuvimos la trista noticia del fallecimiento de Neus Català, la última superviviente de las mujeres catalanas que pasaron por el horror del Campo de Concentración de Ravensbrük. Activista antifascista, dedicó toda su vida a luchar contra el horror del fascismo. En el presente artículo se repasa, brevemente, quién fue esta luchadora incansable y, además, se trata la importancia del antifascismo a fecha de hoy.

>>Los 9.000 españoles abandonados en los campos nazis<<

Neus Català, una vida dedicada a la lucha

Nacida en Els Guiamets, en la provincia de Tarragona, Neus Català i Pallejà (6 de octubre de 1915 – 13 de abril de 2019), se diplomó en enfermería en 1937, trasladándose a Barcelona con el inicio de la Guerra Civil. En 1939 cruzaría la frontera francesa con 182 niños huérfanos de la colonia Las Acacias, de Premià de Dalt (Barcelona).

Estallada la Segunda Guerra Mundial y con Francia ocupada en parte por los ejércitos de la Wehrmacht, colaboró junto a su marido, el occitano Albert Roger, en la resistencia. La casa de la pareja se convirtió en sede central, donde se recibían y transmitían mensajes, armas, documentación, así como la acogida de refugiados políticos.

Denunciados, fueron detenidos por las autoridades nazis en 1943. Después de pasar una temporada recluida en Limoges (Lemosín, ahora Nueva Aquitania), en 1944 fue deportada a Revensbrük, un campo de concentración situado cerca de Fürstenberg (Baden-Wurtemberg). Allí se convirtió en parte de las llamadas comando de las gandulas, organización que hizo todo lo posible por boicotear la producción de armas, tarea que se les había encomendado. En Ravesnbrük, las presas estaban obligadas a trabajar para las empresas Siemens e Industriehof.

Se calcula que, en este campo de concentración, exclusivamente para mujeres, fallecieron más de 92.000 personas. Además de los trabajos forzados, en Ravensbrük también se hicieron selecciones -judías, gitanas- y experimentos. Català explicaba el caso de una compañera francesa que se suicidó después de ser inseminada artificialmente con semen de chimpancé.

Una vez terminada la guerra y liberada, Català regresó a Francia, donde prosiguió con su lucha contra el régimen de Francisco Franco. Militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) durante la república, posteriormente se afilió a su sucesor, el Partido de los y las Comunistas de Cataluña (PCC). Ya en democracia, se afilió a Esquerra Unida i Alternativa (EUiA).

Muerto el dictador, Neus Català pudo regresar a Cataluña. Dedicada a que las nuevas generaciones no olvidaran lo que pasaron los presos en los campos nazis, destinó parte de su vida a reunir memorias y crónicas de otros supervivientes. Su fondo personal está dipositado en el CRAI Biblioteca del Pavelló de la República.

Durante los últimos años de su vida recibió muchos reconocimientos a su labor en pro del antifascismo y la memoria histórica. En 2005, la Generalitat de Catalunya le otorgó la Creu de Sant Jordi; en 2006 fue escogida como Catalana del Año, mientras que en 2014 recibió la Medalla de Oro al Mérito Cívico del Ayuntamiento de Barcelona. En 2015 recibió la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya por su lucha por la justicia y las libertades democráticas, la memoria de los deportados y deportadas en los campos de exterminio nazis, y por la defensa de los derechos humanos.

Ahora Neus Català puede descansar en paz, sabiendo que serán muchos y muchas los que recojan el testigo y la bandera del antifascismo, que actualmente es más necesario que nunca.

>>La contramanifestación antifascista del 30 de marzo: VOX ni en Barcelona ni en nigún lugar<<

Sobre el antifascismo

En los últimos meses, ha resurgido una corriente de opinión que parecía que ya estaba superada, que es la de que fascismo y antifascismo son igual de malos, que los extremos se tocan, y que es tan negativo y destructivo el uno como el otro. Esta corriente considera ambas ideologías igual de perjudiciales e igual de violentas. No obstante, la entrada de la wikipedia sobre el antifascismo dice lo siguiente:

El antifascismo es la oposición y resistencia a ideologías, organizaciones, gobiernos y personas de carácter totalitario y antidemocrático, es decir, contra el fascismo en cualquiera de sus vertientes: nazismo, franquismo o fascismo propiamente dicho.

Resistencia y oposición, activa o pasiva, contra todas aquellas ideologías, organizaciones e individuos de carácter totalitario y antidemocrático. Aquello que entendemos por fascismo, y que incluye también la homofobia, el racismo y la división de la sociedad entre nosotros y los otros. La conversión del oponente en un enemigo y un peligro para la pureza -en todos los sentidos- de nuestra sociedad, pueblo, patria y etnia.

El antifascismo está más vivo que nunca porque el fascismo vuelve a campar a sus anchas por todo el mundo. Hay gobiernos de estado –EEUU, Brasil, Hungría, Israel-, diputados, concejales, organizaciones, partidos que promulgan o defienden medidas totalitarias y fascistas. Y, evidentemente, las personas que se oponen a estas corrientes, los antifascistas, que pueden ser miembros de todos los colores políticos.

Después de la manifestación del pasado 30 de marzo en Barcelona, en la que los antifascistas se concentraron para mostrar su rechazo a VOX, y de la celebrada el pasado domingo 14 de abril en Rentería, en este caso por un acto electoral de Ciudadanos en la ciudad vasca, muchas personas han defendido el derecho de ambos partidos a ocupar el espacio público y exponer sus políticas. Lo que no entienden estas personas es que hay unos límites muy claros en cuanto a la libertad de expresión.

No es normal que, en pleno siglo XXI, todavía se permita que partidos u organizaciones puedan utilizar el odio y el ataque a las minorías para ganar votos. No puede ser legal que se utilice el racismo, la homofobia o la violencia de género para llegar al poder. No se pueden sembrar mensajes tan peligrosos impunemente. Ante el fascismo, la sociedad no se puede quedar callada en casa.

Lo que no entienden estas personas es que, ahora es el turno de los rojos, comunistas, catalanes, vascos, musulmanes o inmigrantes, pero que, una vez eliminadas estas minorías, el fascismo tendrá que buscar otra fuente de legitimación. Cuando ya no queden rojos, comunistas, catalanes, vascos, musulmanes o inmigrantes irán a por los socialistas, los socialdemócratas, los andaluces y los gallegos. Y después a por asturianos, navarros, valencianos y baleares. Y así hasta que España se convierta en un estado uniforme e uniformizado, retrocediendo a épocas más oscuras, en las que la verdad es solo la visión de unos cuantos.

El antifascismo no es una ideología, es una necesidad. Todas las personas del mundo deben unirse contra los que siembran odio y buscan la confrontación entre pueblos y comunidades. Hoy, más que nunca, debemos sacar a la Neus Català que todos llevamos dentro.